Si hay una frase que se dice muy fácil hoy, es: “Te presento a Pepe, el es MI SOCIO”. Todos podemos dar por hecho que este mundo está hecho de relaciones. La relación que tenemos con nuestros familiares, la relación que podemos tener con nuestra pareja, relaciones afectivas con nuestros amigos y también claro está las relaciones de negocios. Si ponemos el foco en las relaciones de negocios unas pueden ser muy cercanas, hasta afectivas y otras pueden ser meramente transaccionales. Independientemente de lo transaccional que sea, estamos hablando de relaciones entre humanos y los conflictos son parte de nuestra naturaleza.
Lo primero que aprendí cuando decidí asociarme con una persona fue, que me tenía que armar de paciencia. Para ser justos, mi primera socia y yo, nos parecemos mucho, somos interioranos, muy cercanos a nuestras familias, formación académica muy parecida, en fin una serie de principios sociales, culturales y morales muy alineados. Pero aún así nuestros primeros días como socios fueron como los matrimonios en el primer año, un tira y afloja total.
Discutimos por absolutamente todo; desde cómo se estaban redactando las cartas, si estaban en un tono muy formal o demasiado informal; si estábamos manteniendo el mismo criterio al documentar, hasta por el tipo de letra. Cada uno intentando que su posición se mantuviera, claro, esta era la correcta.
Con el tiempo entendimos que lo que cada uno estaba era tratando de mantener su identidad. Comprendimos que aunque nos parecemos en muchas cosas, también podemos pensar diferente y nos permitimos ser tal como somos, siempre que no afectara al negocio.
Lo siguiente que aprendimos fue que las cosas se hablan en su momento. Una práctica muy habitual que tenemos mi socia y yo es cuando tenemos un problema los invitamos un café y hablamos del problema.
Nosotros teníamos un cliente que vino a través de mi socia, ella lo atendía siempre, ya que él tenía años trabajando con ella y le tenía mucha confianza. En su momento le dije involúcrame con él, pero ella insistía que no, yo quedé resentido pero no hablamos del tema. Tiempo después mi socia se tiene que ausentar por un mes y quedo yo tratandolo. Este cliente es de esos que desconfían hasta de su sombra, mucho menos confiar en un recién conocido y fue realmente difícil tratar con él.
Cuando regresó, la guerra estaba montada, ambos teníamos argumentos para la discusión. Uno que “porqué no me incluiste más” y el otro que “vi que estabas ocupado y quise quitarte peso” ambos estábamos intentando apoyarnos pero nunca hablamos de ello, un asunto tonto que con una conversación y una taza de café se hubiese resuelto.
Ya han pasado años y hoy en día no solamente tengo un socio, tengo varios en distintos negocios, además algunos socios comerciales fuera de mi negocio principal. De estas experiencias he extraído que, conflictos son algo ineludible, pensar que todo va a ir como balsa de aceite es una utopía, para sobrellevarlos es necesario dos cosas, la primera es que el respeto va más allá de palabras, por sobre todo hay que respetar las ideas, aunque no estemos de acuerdo. La segunda es que tenemos que tener coherencia entre lo que actuamos y lo que decimos, acordamos o prometemos.