Hoy en la tarde me encontré a una amiga, nos actualizamos un poco y le cuento de mis múltiples proyectos. Le comento de esta aventura que he tomado y me dice “¿qué tal si escribes de lo básico?”. Me pareció un tema de lo más curioso, porque hablo mucho de ello, pero no se me había ocurrido.
Hace muchos años atrás, cuando estaba aún en la universidad, fui de vacaciones a mi ciudad. Mi tía me pregunta que si podía llevar a mi primo más pequeño a entrenar baseball en la escuela Club 20-30, siempre me gustaron los deportes así que acepté.
Las clases las daba un beisbolista retirado, llamado “Chema” Trujillo; les iba enseñando los fundamentos del deporte a los niños que estaban más por jugar con la tierra del infield que por poner atención al veterano entrenador. Batea y corres a la primera base que está a tu derecha; si eres derecho la manilla se coloca en la mano izquierda, cuando vas a atrapar una roleta pones la rodilla en el suelo para que no te pase la bola entre las piernas. Les insistía una y otra vez. No sólo con palabras, se les acercaba y hacía los movimientos hasta que viera que habían captado la idea.
Esta rutina se repetía cada martes y jueves por la tarde; de igual manera cada sábado por la mañana. Ya fueron pasando las semanas, no era necesario que le dijera en qué mano se colocaba la manilla y pasando los meses comencé ver avances reales en mi pequeño primo. Tampoco era necesario tantas llamadas de atención y las instrucciones se volvieron más técnicas “vamos niño, cuando batea para tercera base el jugador del otro equipo, vas y cubres la primera base, para hacer out”. Cada vez fueron a más los nuevos términos, wild pitch, double play, pisa y corre.
La vida de los jugadores profesionales de cualquier deporte está lleno de conocimiento. Por un lado el conocimiento de las reglas de juego, la técnica para ejecutar cada jugada, la táctica necesaria para saber qué hacer, cómo y dónde posicionarte en el terreno de juego. Y por otro lado, el auto conocimiento, es saber: ¿qué soy capaz de hacer?, ¿qué tan lejos puedo batear?, ¿soy capaz de vencer al lanzador?, ¿me robo una base?, ¿entender qué ejercicios me potencia? y ¿cuál es la alimentación me conviene?
Pero si ponemos atención a un partido de béisbol profesional, podemos ver que el 90% de las veces que un jugador le viene una roleta de frente, va a apañar la bola poniendo la rodilla en el suelo, tal como se lo enseñó su maestro.
Un jugador profesional se convierte en estrella, no cuando hace una jugada fantástica, lo logra cuando es capaz de llevar lo básico a la excelencia. Un pitcher con una buena postura, movimientos rápidos y un agarre de la bola milimétrico, le permite tirar la bola con una potencia que asusta, pero lo que es realmente aterrador esa bola llegue con la precisión de un francotirador.
Cuando vemos en un juego de la MLB jugadas fantásticas. Estas no son más que recursos técnicos desarrollados por tantos años de entrenamiento. Ya las neuronas han generado atajos que activan la memoria muscular de manera instintiva. Pero tan pronto ves a un jugador payaseando y sobre utilizando los recursos, el error casi siempre está por caer.
Esta analogía funciona, tanto para los deportes, como para nuestros emprendimientos. Una cosa es emprender, arriesgarse, tratar de fallar rápido para poner un producto o servicio a prueba, y otra muy diferente en no saber lo que hacemos.
Siempre es necesario adornarnos un poquito, es parte del show, lo que no se debemos hacer es convertir recurso en una regla.