No es nada nuevo, ni desde un punto de vista filosófico ni médico, afirmar que ser nihilista o creyente equivale a estar muerto. Como ha plasmado Nietzsche en su obra, hay que renacer en una nueva humanidad.
Desde 1995, sabemos que dejar un infarto cerebral sin tratar es equivalente a estar muerto: no solo se pierde la formación médica, sino también la capacidad funcional del paciente. El infarto cerebral es la principal causa de discapacidad en adultos y la tercera causa de muerte, afectando a 700,000 personas anualmente en Estados Unidos.
Aunque no somos un país desarrollado, nuestra epidemiología es muy similar a la de los países industrializados, especialmente si nos enfocamos en la capital. Cabe mencionar que también tenemos enfermedades propias del mundo subdesarrollado: por ejemplo, la República de Panamá tiene una mayor prevalencia de VIH que los Estados Unidos.
Es importante destacar que “derrame cerebral” y “infarto cerebral” no son lo mismo, aunque se refieren al mismo evento. El término “infarto” se utiliza para referirse a algo que ocurre en el corazón y que provoca su lesión: un coágulo formado por plaquetas, proteínas y, a menudo, grasa obstruye la circulación cardíaca, dejando el corazón sin nutrientes ni oxígeno. Lo mismo ocurre en el cerebro: no hay un derrame, sino una obstrucción de una arteria que provoca la muerte de billones de neuronas.
Que un infarto cerebral sea tan letal y discapacitante no es ninguna sorpresa. Es capaz de dejar al paciente mudo, desconectado del mundo, inmovilizar la mitad de su cuerpo e incluso limitar la visión, el gusto e incluso la deglución. En definitiva, puede afectar a cualquier función del Sistema Nervioso Central. Ser consciente de uno mismo, prestar atención a este escrito e incluso estar despierto es obra del cerebro. Un infarto cerebral puede dejarte sin respirar en menos de lo que dura un latido. Por todo esto, no sorprende que se estén investigando tratamientos como la administración de células madre durante un infarto cerebral para intentar aliviar la situación.
Que un infarto cerebral sea tan letal y discapacitante no es ninguna sorpresa. Es capaz de dejar al paciente mudo, desconectado del mundo, inmovilizar la mitad de su cuerpo e incluso limitar la visión, el gusto e incluso la deglución. En definitiva, puede afectar a cualquier función del Sistema Nervioso Central. Ser consciente de uno mismo, prestar atención a este escrito e incluso estar despierto es obra del cerebro. Un infarto cerebral puede dejarte sin respirar en menos de lo que dura un latido. Por todo esto, no sorprende que se estén investigando tratamientos como la administración de células madre durante un infarto cerebral para intentar aliviar la situación.
Hay dos estrategias que han funcionado consistentemente en todos los estudios: la Fibrinólisis y la Trombectomía.
La primera consiste en romper el coágulo (también llamado trombo) administrando un medicamento de manera intravenosa que activa los mecanismos naturales para su desintegración.
Es muy efectiva si se administra en las primeras 4 horas y media desde la aparición de los síntomas, pero a partir de este tiempo, los riesgos superan los beneficios que se pueden brindar al paciente. Además, no se puede administrar a todos los pacientes (por ejemplo, si tienen las plaquetas bajas o los tiempos de coagulación muy altos, si el paciente ha sido operado recientemente o si ha tenido un trauma craneoencefálico en los meses previos, etc.), y no siempre es capaz de romper el coágulo.
Entramos entonces en la Trombectomía. Es una técnica que permite retirar mecánicamente el trombo mediante la inserción de stents (sondas modificadas) a través de la arteria femoral del paciente, ascendiendo hasta las arterias cerebrales para extraer inmediatamente el coágulo. Una vez en la arteria afectada, se atraviesa el trombo con el stent y luego se despliega un entramado reticular que se adhiere al trombo, de tal manera que al retirar la sonda desde la ingle del paciente, se obtiene el stent junto con el coágulo.
Este tratamiento permite ampliar el tiempo a 6 horas desde el inicio de la clínica, puede ser utilizado en pacientes en los que esté contraindicado el tratamiento con Fibrinólisis e incluso es capaz de retirar los grandes coágulos que no pueden ser desintegrados con el tratamiento intravenoso. Sin embargo, la técnica aún no es perfecta, ya que en no pocas ocasiones existen microcoágulos que se esparcen al entrar en contacto el stent con el coágulo “madre”. Por ello, se han ideado stents que tengan integrado un mecanismo de succión para proteger la circulación de estos microcoágulos. Estos nuevos stents solo están indicados en infartos cardíacos. Hacen falta los estudios apropiados para implementarlos en los infartos cerebrales.
El coste de esta técnica está cerca de 10 000 dólares por paciente. Puede que las órbitas se te hayan adherido a la pantalla. No obstante, es mucho más efectivo pagar esta cantidad en el momento crítico en comparación con el coste que representa un paciente que haya quedado incapacitado por el resto de su vida.
Surgen dudas, ¿verdad? Dudas que suenan, por ejemplo, ¿tenemos esta terapia en Panamá y qué se necesita para tenerla? De tenerla, ¿se realiza adecuadamente? De realizarse adecuadamente, ¿quiénes se benefician de ella? De beneficiarse una gran parte o pequeña parte de la población, ¿qué puedo hacer yo que jamás he visto un infarto cerebral?
Esta terapia no está disponible en los hospitales públicos. Es necesario tener una sala de hemodinámica y un equipo entrenado para ello. Tanto neurólogos como neurocirujanos y radiólogos pueden realizar esta técnica si han recibido el entrenamiento apropiado.
Lamentablemente, en nuestro país no existen programas que formen a los especialistas mencionados en esta técnica. Incluso, de tenerla, la inmensa mayoría de los candidatos quedarían fuera del tiempo apropiado debido a muchos factores, como la falta de educación en la población general con respecto a la detección temprana del infarto cerebral. Y si se detecta, llegan tarde al hospital debido al intenso tráfico en la ciudad y el tiempo que tardan las ambulancias para llegar a su destino.
De beneficiarse, serían los hospitales privados que tienen tanto el equipo como la coordinación para hacer esto posible. ¡Puedes hacer mucho! Reconocer un infarto cerebral puede ser desafiante incluso para neurólogos y médicos